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Cap. 2.7

Captura de la Santa Dorotea.
Thomas Whitcombe.
National Maritime Museum
          La paz de Basilea (1795), restituyó al joven teniente su libertad de acción. El tratado de San Ildefonso (1796), lanzándole en nuevos, casi al mismo tiempo que perdía a su padre, lo trasladó a otro elemento en que la España, humilde aliada de la República Francesa y en guerra con la Gran Bretaña, iba a medirse en los mares con la primera potencia marítima del mundo.
          Por este tiempo, San Martín había llegado a los diecisiete años, edad en que la conciencia empieza a formarse, y el hombre a ser responsable de sus acciones y pensamientos. Faltan documentos para estimar su estado moral en ese momento crítico, en que las nuevas ideas de la revolución francesa cundían en España, iluminando las almas con súbitos resplandores. De estas influencias participó Belgrano, que se hallaba por el mismo tiempo en el Península, y debemos creer que San Martín no fue insensible a ellas; pero prudente y reservado desde muy temprano, pasaran todavía algunos años antes de revelarnos su secreto. Mientras tanto, embarcado el «Murcia» a bordo de la escuadra española del Mediterráneo, se halló presente al ignominioso a la vez que parcialmente glorioso combate naval del cabo de San Vicente (1797), que los españoles por pudor han denominado simplemente «del 14 de febrero». En él se ensayó Nelson presagiando Trafalgar. La Inglaterra, al descubrir los últimos restos del poder marítimo de la España, preparaba el advenimiento de la próxima revolución americana; y el que debía hacerla triunfar en el futuro, combatía entonces entre marineros y soldados contra la nación que había de ser la que reconociese más tarde a la faz del mundo a despecho de los reyes coaligados.
(Captura de la Santa Dorotea)
Robert Dodd
National Maritime Museum de Greenwich
          El 15 de agosto de 1798, fue atacada en los mismos mares la fragata Santa Dorotea de la armada española que tripulaba San Martín, por el navío inglés León, de 64 cañones. Siguióse un reñido y desigual combate en que la fragata tuvo al fin que rendirse, después de agotar los más heroicos esfuerzos. El mismo vencedor, lleno de admiración, lo comunicó así por medio de un parlamento al almirante español Mazarredo, diciéndole: «serle imposible explicar con palabras el valor atrevido y destreza desplegada por el comandante de la Dorotea durante la acción en que tan vigorosamente se vió estrechado», honor que el rey hizo extensivo a toda la tripulación, y de que participó el oscuro oficial que en su tercera campaña volvía a ser desarmado por el destino, después de trece meses de trabajos marítimos1.
Combate del navío Lyon y la fragata Santa Dorotea.
Oleo sobre tela de E. Biggeri.
          En este segundo eclipse de su carrera, San Martin se dedicó al estudio de las matemáticas y de dibujo, conservándose de él dos marinas a la aguada, que atestiguan su inclinación, y llenan, como dos páginas pintorescas, este período silencioso de su vida2.











  1. Oficio del Inspector de la Armada, don Francisco de Borja, en Cartagena, de 24 de agosto, y «Real orden» de 24 de septiembre de 1798, (M. S.)
  2. San Martín repetía con frecuencia que la vocación de su juventud había sido la marina y la pintura. En 1813 decía, que podía ganar su vida pintando paisajes de abanico.