Cap. 1.5

          Más feliz, la América del Norte fue colonizada por una nación que tenía nociones prácticas de libertad y por una raza viril mejor preparada para el gobierno propio, impregnada de un fuerte espíritu moral, que le dio su temple y su carácter. Emprendida un siglo más tarde que la española, se aclimató a una región análoga á la de la madre patria, como la española y la portuguesa al mediodía de la América, y fundaron allí una verdadera patria nueva, á que se vincularon por instituciones libres. Bien que en su origen las colonias inglesas consideradas como provincia de la corona, administradas por compañías privilegiadas y por un consejo de gobierno á la manera del de Indias, y que el monarca se reservó, como el de España, la suprema autoridad legislativa y la facultad de proveer todos los empleos, sin concederles la menor franquicia electoral, los colonos de la Virginia por su propia energía no tardaron en conquistar algunos derechos políticos, luego asegurados por cartas reales, que fueron el origen de sus futuras constituciones republicanas. En 1619 se reunió en Jamestown la primera asamblea nacional elegida popularmente por los hombres libres de la comunidad, que con razón se ha llamado «la feliz aurora de la libertad legislativa en América», siendo «la Virginia el primer Estado del mundo, compuesto de burgos separados y dispersos en un inmenso territorio, donde el gobierno se organizó según los principios del sufragio universal». Á la Virginia siguió Maryland, cuya carta fundamental otorgada en 1632 dióle una participación independiente en su legislación y la sanción de los estatutos por el consentimiento de la mayoría de sus habitantes y diputado, ligando así el gobierno representativo indisolublemente á su existencias. Estas primeras asambleas coloniales acabaron con las compañías y privilegios y fundaron el gobierno de lo propio (self-governmet)1.
          Á los plantadores de la Virginia y de Maryland siguieron los Peregrinos de la Nueva Inglaterra (los puritanos), que huyeron de las persecuciones de la Europa, buscaron la libertad de conciencia en el Nuevo Mundo para fundar en él una nueva patria según la ley de su Evangelio. Fuertemente impregnados del espíritu republicano de la madre patria, de cuya gran revolución fueron autores, y de los principios democráticos de las repúblicas de Suiza y Neerlandia que les dieron asilo, llevaron de esta ultima el tipo ideal del gobernante de un pueblo libre en la figura austera de Guillermo de Orange, que presagiaba á Washington. Fuertes en la conciencia de sus derechos innatos, se trasportaron sin garantía alguna á su nuevo teatro de acción, declarando que «si más tarde se pretendiese oprimirles, aún cuando se ordenase con un sello real tan grande como una casa, ellos encontrarán medios eficaces para nulificarlos». Y sí fue. Apenas pisaron el suelo de su nuevo patria colectiva, declararon en presencia de Dios que «fundaban su primera colonia en la región septentrional de la América, y se asociaban en el cuerpo civil y político para su mejor organización y conservación, y que en virtud de tal compromiso decretarían, establecerían y formarían las leyes y ordenanzas y constituciones justas y equitativas que juzgasen más convenientes al fin general». Cien hombres firmaron este documento, que según un historiador norte-americano, fue «el origen de la verdadera democracia y la libertad constitucional del pueblo, por el cual la humanidad recobró sus derechos y estableció un gobierno basado en leyes equitativas y en vista del bien general, reaccionando contra las constituciones de la edad media derivadas de los privilegios municipales»2. Vinieron por último los cuákeros, que proclamaron en absoluto la libertad intelectual del pueblo como un derecho innato é inalienable, y emancipando la conciencia humana según el método filosófico de Descartes, formularon su constitución, anticipándose á las constituciones modernas, en que se consignó por la primera vez e una manera absoluta y universal el principio de la igualdad democrática. Y con Guillermo Penn á su cabeza fundaron la colonia representativa de Pensilvania, núcleo y tipo de la gran república de los Estados Unidos.
          Esta fue la eficiente acción del nuevo mundo sobre la Europa en la primera época de su descubrimiento y población. Sus inmigrantes al pisar el suelo en que recuperaban su equilibrio, libres de las pesadumbres que les agobiaban en el viejo mundo, formando un nuevo Estado político, y se dieron según sus tendencias individuales una constitución democrática apropiada á sus necesidades físicas y morales, que encerraba en sí los gérmenes de su organización futura y el tipo fundamental de otras sociabilidades análogas.
          Tal fue el génesis de la libertad democrática, destinada a universalizarse.


  1. Véase Bancroft: «Hist. des Etats-Unis», t. I, caps. IV, VII, VIII, y especialmente páginas 132, 148, 157 y sig., 212 y sig. 256, 257, 269 y 276.
  2. Véase Bancroft: «Hist. des Etats-Unis», t. I, págs. 296, 321 y sig., 334, 338, 340 y sig. y 357 y sig. - Motley: «Hist. de la fondation des Provinces Unies»
  

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