Cap. 2.8

          En la guerra jaco-seria de 1810 entre Portugal y la España, que se llamó «de las naranjas» por el trofeo al natural que la coronó en cabeza de una vieja reina, enamorada de un favorito que remedaba las operaciones militares, vemos reaparecer al teniente San Martín a la edad de 23 años. Al frente de una compañía de su antiguo regimiento, pasa a la frontera por los Algarves y asiste al incruento sitio de Olivenza, que fue la mejor conquista de la campaña, y que más tarde debía ser la manzana de la discordia entre españoles y portugueses cuya influencia se haría sentir en los destinos de a América meridional.
          La paz de Amiens (1802), que sobrevino, levó su regimiento al bloqueo de Gibraltar y a Ceuta, y últimamente en 1804 le encontramos de guarnición en la plaza de Cádiz con el titulo de capitán 2º de infantería ligera de «Voluntarios de Campo Mayor», luchando valientemente con la peste que asolaba aquella ciudad, campaña que  por meritoria fue consignada en su foja de servicios a la par de las acciones de guerra1.
          El tratado de Fontainebeau (1807), por el cual se repartía el Portugal y sus colonias entre España y Francia, asegurando a favorito Godoy una soberanía y a Carlos IV la corona de Emperador de ambas Américas, vino a sacar a la guarnición de Cádiz de su inacción, llevándola a los campamentos ya que no a las batallas. Con arreglo al tratado, una división de 6.000 españoles debía penetrar en combinación con los franceses por Alentejos y Algarves. El mando de esta expedición de mero aparato fue confiado al general Solano, marqués del Socorro, a la sazón capital general de Andalucía y gobernador de Cádiz, que había militado honrosamente en el ejército del Rosellón y en la campaña de Baviera con Moreau. El regimiento de «Voluntarios de Campo Mayor» a que pertenecía San Martín, formó parte de esta expedición, que se posesionó de Yelves sin resistencia, y sin que se presentara después la ocasión de disparar un solo tiro en toda la campaña2.
          Las guerras entre españoles y portugueses -tan valientes como son- siempre tuvieron algo de cómico, desde la famosa batalla de la guerra de sucesión en que, en los bagajes de un ejército de nueve mil hombres se tomaron quince mil guitarras, hasta la ridícula campaña de las naranjas de que hemos hecho mención. En esta última decía el general portugués al español: «¿A qué batirnos? Brinquemos y toquemos en buena hora las campanillas; pero cuidemos de no haceros daño»3. Solano complementó este grotesco cuadro, al tomar a lo serio su papel de conquistador, y adjudicarse el de gran reformador, pretendiendo hacer de Setubal, donde estableció su cuartel general, una nueva Salento, donde ostentó más bien su buen deseo que sus conocimientos administrativos, según la expresión de Torreo.





  1. En este mismo año paso Bolívar por Cádiz, y atravesando  poco después los Pirineos y los Alpes fue a jurar teatralmente al Monte Sagrado en Roma, la libertad de su patria. Véase Larrazabal: «Vida de Bolívar», t. I, p. 16.
  2. Se ha repetido por todos, sin excepción, que San Martín fue edecán de Solano. El primero que tal dijo fue García del Río en su «Biografía» publicada en Londres en 1823 bajo el anagrama de «Ricardo Gual y Jaén». De aquí lo han tomado  los demás. La circunstancia de haber sido García de Río ministro de San Martín, y suponérsele por lo tanto bien informado de los sucesos de su vida, daría algún valor moral a esta aserción, si no ocurriese a la vez su autor en graves errores que la desautorizan. Así se ve, que pasa por alto los servicios de San Martin desde 1789 a 1808, suprimiendo 19 años de su vida militar que no conocía. Esto ha inducido al concienzudo historiador Barros Arana en el error de hacer pertenecer a San Martín en el Seminario de Nobles hasta los 21 años, presentándole en escena por la primera vez como tal edecán, pues sólo así podía conciliarse la falsa versión de García de Río.
    Vicuña Mackenna, mejor informado y que se guiaba por la foja de servicios se declara terminantemente que San Martín empezó su carrera en el «Murcia», permaneciendo en él trece años sin interrupción, y seis años continuos en el de «Voluntarios de Campo Mayor», anotándose en ella sus comisiones y destacamentos, y como se ha visto, hasta su presencia en la peste de Cádiz, sin que se haga mención del hecho en cuestión. Esto prueba que en estos nueve años, únicamente sirvió en esos dos cuerpos. Para mayor evidencia agréguese a esto:
    1.º Que en su clase de capitán con mando efectivo de tropas, San Martín no podía desempeñar las funciones de edecán con arreglo a ordenanza
    2.º Que no existe un sólo documento de que pueda deducirse siquiera tal circunstancia
    3.º Que existen originales todos los certificados de servicios de San Martín, formando serie completa, entre los cuales se registran algunos nombramientos de ayudante de campo, y no se encuentra en ellos nada sobre el particular
    4.º Que esta evidenciado por documentos que comprenden toda su carrera hasta 1808, que permaneció constante en los dos cuerpos citados «Murcia» y «Voluntarios» y siempre con cargo efectivo de tropa
    5.º Que en el día de la muerte del General Solano continuó pasando revista sin interrupción en «Voluntarios de Campo Mayor» hasta agosto de 1808, en que pasó a otro cuerpo con ascenso.
    De todo esto se deduce, que por el hecho de haber servido a las ordenes inmediatas de Solano en la guarnición de Cádiz y en la última expedición a Portugal, se le ha supuesto ayudante de este general; pero como estas pruebas deductivas podrían no considerarse concluyentes, he aquí un documento que dirime el conflicto, y explica todo. Por acaso cayó prisionero en Chile un tripulante de un buque español que había conocido en aquella época a San Martín en Cádiz, quien con fecha 13 de febrero de 1819, le escribió desde Curimón una carta en que le dice: «Como las ocasiones en que uno puede encontrar la felicidad, se presentan en los acontecimientos que tenía en el tiempo anterior, se me presenta esta en que V. E., a quien tuve el honor de conocer en Cádiz, estado yo de repostero del Sr. Solano, y V. E. de Comandante de la partida de Campo Mayor y Edecán de dicho señor». (M. S. del arch. de San Martín)
    No es exacta la especia de que ambos se parecían al extremo de confundirse que Miller fue el primero en acreditar, y que tiene su origen en haber confundido a Solano con uno de los que componían la diputación a que fue a hablarle en nombre del pueblo, y que en efecto se le parecía a la distancia, como puede verse en Torreno y en cualquier otro historiador español.
    San Martín guardó durante toda su vida un venerable recuerdo por la memoria de Solano; constantemente llevó en su cartera, hasta la hora de su muerte, el retrato de este general grabado en acero en forma de medallón; en su orla había sombreado él mismo una faja de luto, y en el papel que lo envolvía escribió en gruesos caracteres esta inscripción: SOLANO.
    Esta pieza forma hoy parte de nuestra colección.
  3. Foy: «Napoleón en España» - Chao: «Historia General de España» t. III, p. 27


  

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