Cap. 2.5

          Yapeyú, situada a los 29º 31' 47'' de latitud austral1, marca la transición entre dos climas. Su naturaleza participa de las gracias de la región templada a que se liga por sus producciones, y del resplandor de la no lejana zona intertropical de cuyas galas está revestida. Fundado sobre una ligera eminencia ondulada, a orillas de uno de los más caudalosos y pintorescos ríos del orbe que baña sus pies, desde la meseta que domina aquel agreste escenario, la vista puede dilatarse en vastos horizontes y en anchas planicies siempre verde, o concentrarse en risueños paisajes que limitan bosques floridos y variados accidentes del terreno de líneas armoniosas.
          En la época de los jesuitas era Yapeyú una de las poblaciones más florecientes de su imperio teocrático. Al tiempo del nacimiento de San Martín bien que decaída era todavía una de las más ricas en hombres y ganados. Levantábase todavía erguido en uno de los frentes de la plaza el campanario de la iglesia de a poderosa Compañía coronado por el doble símbolo de la redención y de la orden. El antiguo colegio y la huerta adyacente era la mansión del teniente-gobernador y su familia. A su lado estaban los vastos almacenes en que se continuaba por cuenta del rey la explotación mercantil planteada por la famosa Sociedad de Jesús, que había realizado en aquellas regiones la centralización de gobierno en lo temporal, lo espiritual y lo económico, especulado con los cuerpos, las conciencias y el trabajo de la comunidad. Tres frentes de la plaza estaban rodeados por una doble galería sustentada por altos pilares de urundey reposando en cubos de asperón rojo, y en su centro se levantan magníficos árboles, entre los que sobresalían gallardamente gigantescos palmeros, que cuentan hoy más de un siglo de existencia.
          El niño criollo nacido a la sombra de palmas indígenas, borró tal vez su memoria estos espectáculos de la primera edad; pero no olvidó jamás que había nacido en tierra americana y que a ella se debía. Contribuyeron sin duda a fijar indeleblemente este recuerdo, las impresiones que recibió al abrir sus ojos a la luz de la razón. Oía con frecuencia contar a sus padres las historias de las pasadas guerras de la frontera con los portugueses, que debían ser los que más tarde redujesen a cenizas el pueblo de su nacimiento2. Su sueño infantil era con frecuencia turbado por las alarmas d los indios salvajes que asolaban las cercanías3. Sus compañeros de infantería fueron los pequeños indios y mestizos a cuyo lado empezó a descifrar el alfabeto en la escuela democrática del pueblo de Yapeyú, fundada por el legislador laico de las misiones secularizadas4. Pocos años después, Yapeyú era un montón de ruinas; San Martín no tenía cuna; pero en el mismo día y hora en que esto sucedía, la América era independiente y libre por los esfuerzos del más grande de sus hijos y aún viven las palmas a cuya sombra nació y creció.


  1. Azara «Voyage, etc.», t. II, p. 389. - La longitud de Yapeyú (O de París), según él mismo es, 58º 58' 28''. 
  2. El pueblo de Yapeyú fue incendiado y saqueado por los portugueses el 13 de febrero de 1817, el mismo día y casi a la misma hora en que San Martín, después de haber ganado la batalla de Chacabuco, entraba triunfante en Santiago de Chile. Véase en la «Memoria de Campaña de 1816», el oficio del brigadier Chagas de la misma fecha, publicado en la «Revista del Instituto Hist. Geog. Brazileiro», t. VII, p. 290.
  3. Todos estos acontecimientos sobre las reminiscencias infantiles de San Martín, son rigurosamente históricos, y no meros adornos de retórica como pudiera creerse. He aquí la prueba. En carta al padre de San Martín de 22 de abril de 1777, decía el administrador Lazcano desde San Borja: «Habiendo vuelto a repetir los Minuanes infieles sus acostumbrados excesos, habiendo despoblado tres estancias de este pueblo, se ha resuelto salir en su seguimiento, por lo que de aquí han salido 202 indios con armas, con 24 españoles un soldado infante y dos Blandengues, con caballos y víveres para dos meses, al cargo del Sargento Bartolomé Pérez con su capellán y cirujano». M.S. - En otra carta de 10 de junio del mismo año dice «Hasta tanto que consigamos alguna tranquilidad con la terrible turbulencia que nos han movido los Minuanes, pues a la verdad es una guerra tan perjudicial como la que nos hicieran por estas partes nuestros enemigos los fronterizos portugueses, pues no hay estancia o población por estos pueblos que no la infesten y arrasen, y así estamos con el subsidio que se deja conocer, mayormente con lo acaecido últimamente con la partida que despachó este caballero Gobernador a castigar sus insultos, compuesta de más de 400 hombres bien amunicionados al comando del teniente de dragones don Tomás Escudero; pues habiendo esta dividido su partida y mandando el cargo de un capitán de Paraguayos, don Tomás Gil, un número como de 170 hombres, se encontró esta con los Minuanes en un arrollo nombrado Igüirapuitá , de cuyo encuentro sucedió que pereció dicho capitán, 35 indios y 14 españoles, con que en vista de esto ya puede V. considerar cual nos hallaremos por estos países, temiendo que serán más lamentables las hostilidades que comentan dichos Minuanes, y así nos obligan a estar sobre la defensa». (M. S.)
  4. En la «Instrucción» de Bucarelli de 23 de agosto de 1776 se disponía: que en todos los pueblos de Misiones se establecieran escuelas elementales para la educación de los indios pequeños con arreglo a la ley 18, tít. 1º, lib. 6º de las «Recopiladas de Indias», las que debían estar a cargo de los Curas, regándoles (dice el documento original), se dedicasen con esmero a este importante encargo (M. S.)  
  5. Al Dr. Martín de Moussy se debe la preservación de estas palmas. En su «Memoria sobre las misiones» dice, hablando de Yapeyú: «Una docena de familias vive alrededor de las ruinas, y más de una vez su hacha brutal derriba las magníficas palmas (la mas altas y vigorosas que hayamos visto en estas riveras), o cae sobre las soberbias especies arborescentes plantadas por los Jesuitas que daban sombra a las plazas en que los indios ejecutaban sus danzas y sus juegos. Hemos sido bastante felices para salvar el resto de estos hermosos árboles, obteniendo del Gobernador de Corrientes una orden que fue expedida inmediatamente al Juez de Paz del distrito para que las hiciera respetar». Descrip. Geog. et Stat. de la Confédération Argentine, T. III, p. 702. - Al presente Yapeyú es el asiento de una pequeña colonia de inmigrantes, que lleva por nombre SAN MARTÍN.
  

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